Las rutinas familiares, como la hora de comer, son fundamentales en la vida de los niños. En estas instancias no sólo se aprenden y se adquieren buenos hábitos, sino que también se generan sentidos de pertenencia e importancia, dos aspectos básicos para un desarrollo psicológico y emocional saludable.
Integrar a tus hijos e hijas a las rutinas familiares les permites sentirse parte al igual que los adultos o que los niños mayores de su propia familia. Este sentido de pertenencia es la motivación básica para el bienestar general y el buen comportamiento. Un niño que no se siente perteneciente, amado, respetado y motivado, es un niño que presenta conductas disruptivas con el fin de alcanzar la pertenencia familiar.
Las rutinas familiares entregan la oportunidad de descubrir y, por lo tanto, aprender habilidades y hábitos saludables. En el momento de comer, por ejemplo, es importante que los padres o cuidadores propicien un ambiente calmo, entretenido y amigable, que permita que el niño/a se relacione de manera saludable tanto con la comida, como con el momento mismo de la alimentación. Por lo contrario, si generamos un ambiente hostil, de retos y malos ratos, el concepto de alimentación se transformará en algo tedioso que los niños evitarán y que les generará disgusto. Esto dará como resultado una relación poco saludable con la comida y también con los momentos de reunión familiar.
Sentarnos a comer es mucho más que un proceso de alimentación: es un espacio clave de conexión, de vinculación y de aprendizaje. El cómo se reúne una familia a comer es parte de su identidad, y parte de respetar a nuestros hijos, es hacerlos parte de la identidad familiar.
En relación al comportamiento en la mesa, es esperable, normal y natural que un niño pequeño no se comporte como un adulto en cualquier situación. Sin embargo, entre más les permitamos ser parte de esta instancia, más rápidamente aprenderán del comportamiento de los demás e irán adecuando su propio comportamiento al contexto.
Por todo lo anterior, integrar a los niños en los ritos familiares fomenta su sentido de pertenencia y su autoestima. Los niños que son integrados se sienten más amados, respetados, capaces, validados y tienen, por lo general, mejor comportamiento. Adquieren mejores hábitos alimenticios y normas de comportamiento versus los niños que son segregados de los ritos familiares, quienes suelen sentirse apartados, poco validados, poco importantes, poco suficientes y merecedores de los espacios familiares. Estos últimos, además no tienen la oportunidad de descubrir y aprender hábitos de alimentación y de comportamiento.
Hacer parte a tu hijo de los espacios familiares siempre va a ser muy positivo.
Natalia Vargas López.
Psicóloga clínica.
Especialista en disciplina positiva en la familia.
@psicologavargas.cl