No sé si fue en Egipto cuando nació esa sed de explorar el mundo, de aprender más historia, de conocer otras culturas y de empaparme con olores y sabores diferentes… La verdad es que no sé a ciencia cierta qué día me propuse ahorrar todo para cruzar el mundo y conocer la India. Solo sé que a través de libros e historias, me obsesioné con un país al que juré que iría apenas pudiera. Y así es como empieza mi historia de viajera, sin un punto de partida claro, pero con un objetivo concreto: Ir a Asia y terminar en la India.
Durante mi carrera trabajé de muchas cosas que me permitieron ir ahorrando para “el gran viaje”. Fui promotora, salí en comerciales de extra y no tan extra, fui ayudante en la universidad, hacía clases de biología, era mozo en eventos, etc… Nunca he sido de comprarme mucha cosa y el consumo innecesario no va conmigo, así que ahorrar me resultaba sencillo. Terminé la universidad y a los pocos días me embarqué en un vuelo que me llevaría lejos por casi un año. Un viaje que cambió mi forma de ver la vida, que definió sin duda la mujer que soy hoy en día, que ordenó mis prioridades, que ajustó mis valores y que me enseñó que la definición de éxito, la crea uno mismo.
Cuando terminó ese viaje, el viaje de mi vida, me prometí a mi misma volver pronto. No me veía trabajando en una oficina como hacía la mayoría de mis amigos, no quería entrar en la maquina de vivir para trabajar, quería seguir viajando con una mochila y mi cámara de fotos a toda costa, sin destino, sin ataduras, sin zapatos. El destino y las decisiones me llevaron a emprender. Un camino difícil y lleno de sacrificios, pero abundante en aprendizajes. Estaba endeudada, mi sueldo era mínimo y tenía un hijo recién nacido, que era incompatible con mi negocio, cuya operación era principalmente los fines de semana o de madrugada.
En esa época, Francisco, Lucas y yo, vivíamos en un departamento chiquitito, pero rebosante de luz natural y buena energía. Comíamos atún en cubos con ensalada y cuando queríamos darnos un gustito, comprábamos las colaciones del chino de la esquina, que no costaban más de 3 mil pesos. Nos gusta esa vida, valorar lo sencillo y disfrutar con poco. Así que después de tres años de esfuerzo, algunas penas y alegrías, decidí vender mi parte de la empresa y desempolvar nuevamente mi mochila.
Muchos nos dijeron que con una guagua de un año y medio no podíamos irnos, nos traspasaban sus propias aprensiones hablándonos de doctores, enfermedades y bichos exóticos, nos decían que éramos inconscientes al dejar nuestros trabajos y nos cuestionaban cada día lo que haríamos a la vuelta. Sin pensarlo mucho nos embarcamos los tres con destino a Bangkok, con un coche, dos mochilas, un chupete y unos pocos pañales para los primeros días. Así es como el 2016 nace mi Instagram: @conchupeteymochila.
Nos instalamos en Bali. Lucas iba a un jardín infantil con niños de todo el mundo, yo estudiaba en las mañanas un máster rodeada de arrozales, Francisco entrenaba en la playa con un grupo de locales, nos metimos a clases de surf, recorrimos gran parte de la isla en una moto, conocimos gente maravillosa, estuvimos en Tailandia, Camboya, Singapur, Malasia y Sri Lanka, paseamos entre elefantes libres, buceamos con tortugas y manta rayas, entramos a templos musulmanes, hinduistas y budistas, aprendimos mil cosas, pero sobre todo, aprendimos que viajar con niños era un regalo, un regalo para él y para nosotros. Nos regalamos tiempo en familia cada día, nos regalamos estar presentes en cada paso de nuestro hijo y cada etapa de su aprendizaje, le regalamos tolerancia, paciencia y apertura de mente. Le regalamos vida al aire libre inculcándole valores como respeto al prójimo, a los animales y a la naturaleza, austeridad, humildad, amor y gratitud. Le enseñamos que el mejor juguete que puede tener un niño, es su propia imaginación.
Volvimos a Chile con más energía que nunca. La energía y las buenas ideas se irradian, por lo que en lugar de salir a buscar oportunidades, como nos dijeron, mil puertas se abrieron. El tiempo en Bali nos sirvió para sentar los cimientos de nuestro siguiente ciclo.
Mi máster me abrió las puertas a la docencia universitaria, vocación que me llena hasta el día de hoy. Mi Instagram me obligó a aprender de marketing digital, contenido y tendencias, permitiéndome trabajar en la empresa en la que trabajo, también hasta hoy en día.
En esa vuelta, llegaron otros dos hijos: mi segundo emprendimiento, Check in Love, y mi segunda hija, Amalia. Sabía que, así como le habíamos regalado a Lucas la experiencia de vivir en una isla, debíamos hacer lo mismo con ella. Y como con dos hijos no es tan fácil volver a dejar todo y llegar sin nada, decidí que mi nuevo emprendimiento sería digital, para poder llevarlo en la mochila conmigo a todas partes. Así podría viajar, trabajar y criar.
Sin darle muchas vueltas, organizamos un año en Bali para el 2020, vendimos nuestro auto y dejamos nuestro segundo departamento. Estábamos entusiasmados con la idea de viajar por el mundo nuevamente. En ese entonces, me di cuenta de que cada gran viaje sucedía cada cuatro años: 2012, 2016, 2020. Ciclos perfectos para salir de la zona de confort y buscar nuevos horizontes, sin dejar de profundizar en los ya creados.
La pandemia cambió nuestros planes y los cierres de frontera del mundo coartaron nuestras posibilidades a unos escasos países que permanecían abiertos y sin restricciones. Así fue como, gracias al destino, dimos con Costa Rica, nuevo hogar que se robó nuestros corazones y lleno las manos de nuestros hijos de arena, mar y selva, y deleitó sus ojos con animales exóticos, cocos y nuevos amigos. Nuevamente la vida en familia, la amistad, la gratitud, esta vez acompañada de trabajo remoto y algo más de rutina, nos permitieron vivir una experiencia que sólo deja lindos recuerdos en la memoria de nuestros hijos.
No creo que lograr un estilo de vida así sea suerte, creo que es proponérselo y trabajar para conseguirlo. Es buscar un trabajo que lo permita, y si no aparece, crearlo. Es sacrificar algunas cosas, para obtener otras. Si me preguntan, quizás mi hijo está atrasado en la lectoescritura, pero está adelantado en materias como “animales en extinción” y “desove de tortugas baula”. Criamos niños felices y sencillos, o al menos eso intentamos.
La tendencia indicaba que con cada vuelta, un nuevo emprendimiento y un nuevo hijo venía al mundo, y este regreso no fue la excepción. Tenemos una pyme nueva: “Boxer Cajas Reutilizables” y una hija de cinco meses que se llama Blanca. Si la teoría de los ciclos se mantiene, el 2024 nos toca viajar de nuevo. No sabemos a dónde, ni sabemos cómo nos sorprenderá la vuelta, lo que sí sabemos es que nuestras mochilas están listas para descubrirlo.
Teresa Razmilic
@conchupeteymochila